Se trata de una miniadolescencia, aunque puede pasar inadvertida. Justo cuando cumple seis años deja de ser una personita mimosa y, sin previo aviso, adquiere un carácter impredecible y se rebela para imponer su voluntad.
Se niega a seguir las órdenes y enfrenta a la autoridad. El niño se siente desorientado y tiene miedo. Reacciona con todo su cuerpo, atravesando todas las emociones, siempre entre los dos extremos: ríe hasta llorar y llora hasta perder el control.
Sin embargo, esta crisis no es para asustarse. Se trata del desarrollo normal de su maduración.
Fuente: http://www.materna.com.ar/
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