"La madre debe comprender que Dios es su ayudador, que el amor es su éxito, su poder. Si ella es una cristiana sabia, no tratará de dominar por la fuerza la voluntad del niño. Orará y mientras ore, experimentará una renovación de la vida espiritual dentro de sí. Y verá que al mismo tiempo el poder que obra en ella también está obrando en el niño. Y el niño, en vez de ser forzado, es dirigido y se hace más suave. Así se gana la batalla. Cada pensamiento bondadoso, cada acto paciente, cada palabra de sabia sujeción es como manzana de oro con figuras de plata. La madre ha ganado una victoria más preciosa de lo que puede expresar el lenguaje. Tiene luz renovada y una expriencia mayor. La "luz verdadera, que alumbra a todo hombre" de este mundo ha sometido la volutnad de ella. hay paz después de la tormenta, como el sol que brilla después de la lluvia". (Ellen White, La conducción del niño).
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