"No descuiden el enseñar a sus hijos a cocinar. Al hacerlo, les imparten prin cipios que deben tener en su educación religiosa. Al dar a sus hijos lecciones de fisiologia y al enseñarles a cocinar con sencilles, y sin embargo, con habildiad, están colocando los fundamentos de la más últil rama de la educación.
Hay religión en cocinar bien. Hay que tener cuidado con la ignorancia o descuido en aprender a cocinar.
Muchas madres no comprenden la importancia de estas ramas del conocimiento y antes de darse la molestia y el cuidado de instruir a sus hijos y soportar sus fracasos y errores mientras aprenden, prefieren hacerlo ellas mismas. Y cuando sus hijos fracasan en sus esfuerzos, se alejan con estas palabras: "no vale la pena; no podés hacer esto o lo otro; me complicás y molestás más de lo que me ayudás".
Así rechazan los primeros esfuerzos de las que están aprendiendo, y el primer fracaso enfría tanto su interés y ardor por aprender, que tienen temor de hacer otra prueba y se dispondrán a hacer otras tareas domésticas pero no cocinar. En esto la madre cometió una gran falta. Debiera haberlos instruido pacientemente para que, por medio de la práctica, puedieran haber obtenido una expriencia que eliminara la falta de habilidad y remediara los movimientos incapaces de los niños con falta de experiencia". (Ellen White, La conducción del niño).